Yacimiento arqueológico "La Alcazaba" y "Torre Albarrana" - Talavera de la Reina (Toledo)

sábado, 13 de diciembre de 2025

Aquellos dibujos y fotografías que murieron "inertes" - Y en el siglo XXI cobran vida... (Parte II)

Aquellos dibujos y fotografías que murieron "inertes" - Y en el siglo XXI cobran vida... (Parte II)

Cuando hay amor...
Parejas


Amor en todas partes

Hay una pareja en cada esquina del mundo,
bajo el mismo cielo de nombres distintos,
dos almas que se encuentran
aunque el mapa cambie de idioma.

Se aman en ciudades que nunca duermen
y en pueblos donde el tiempo reposa,
en desiertos que arden de silencio
y en islas donde el mar los nombra.

Se buscan en miradas breves del metro,
en manos gastadas de tanto esperar,
en besos robados al viento
y en promesas susurradas al hogar.

Ese amor no tiene frontera ni bandera,
no entiende de acentos ni de piel,
late igual en el norte helado
que en el sur donde florece la miel.

Es la pareja eterna y repetida,
única y común a la vez,
dos corazones eligiéndose cada día
en todas las partes del planeta…
y quizá, también, en la tuya y en la mía.






 
El amor verdadero
 
El amor verdadero no hace ruido,
no necesita promesas grandiosas ni juramentos eternos.
Se construye en los pequeños gestos,
en la constancia silenciosa de quien elige quedarse.
 
Es fidelidad cuando nadie mira,
lealtad incluso en el pensamiento,
la certeza de que el otro es hogar
aun cuando el mundo invita a huir.
 
La confianza es su raíz más profunda:
creer sin vigilar, descansar sin dudar,
entregar el corazón sin miedo
porque las manos que lo sostienen son firmes.
 
El respeto lo envuelve todo,
como un lenguaje que no hiere,
como la libertad de ser uno mismo
sin temor a dejar de ser amado.
 
Y el amor… el amor verdadero no encadena,
acompaña; no exige, comparte;
no apaga, ilumina.
Crece con el tiempo, madura con las heridas
y se fortalece en la verdad.
 
Es mirarse cada día y elegir,
aun con imperfecciones, aun con cansancio,
porque cuando el amor es real,
no se busca a alguien perfecto,
sino a alguien con quien valga la pena amar de verdad.
 










 
UNIÓN DE 19 VÍDEOS
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jueves, 11 de diciembre de 2025

Imágenes espectaculares (Un mundo maravilloso) - Nunca dejes de soñar...

Imágenes espectaculares (Un mundo maravilloso) - Nunca dejes de soñar...
 
Mi agradecimiento para todas las personas y páginas en Facebook (22 en total)... en donde se han obtenido casi todas las imágenes para este reportaje para la posteridad...
 
Sky&Earth
Royal Pianos
Misterios Ocultos
Stella Itinerarios
Sal fuera de ti
Los Beatleros
LUGARES DE SEVILLA
Segunda estrella
El mar la luna
LA ALACENA DE DON QUIXOTE
Lo mejor vivir en Toledo
Switzerland
Jules Art
Milena Stevens
 
 
Imágenes espectaculares (Un mundo maravilloso) – Nunca dejes de soñar…
 
El mundo está lleno de rincones capaces de dejarnos sin aliento, de colores que parecen pintados por la imaginación y de momentos que solo se viven una vez. Cada fotografía capturada alrededor del planeta es una invitación a detener el tiempo, a abrir los ojos y a dejar que la belleza nos envuelva.
 
Desde montañas que tocan el cielo hasta mares que guardan secretos antiguos, cada imagen cuenta una historia, despierta una emoción y nos recuerda que todavía quedan maravillas por descubrir. Estas fotografías no solo muestran paisajes: revelan sueños, caminos posibles y la magia que se esconde en cada horizonte.
 
Porque en cada viaje, en cada lugar y en cada instante extraordinario, hay un mensaje silencioso que nos anima a seguir imaginando, a seguir explorando, a nunca dejar de soñar.
 


  
 
The Beatles
Canciones eternas...
 
Era la década en que el mundo parecía moverse a un ritmo distinto, como si la propia Tierra hubiera aprendido a girar al compás de una guitarra eléctrica. Los años 60 no fueron solo una época: fueron una sacudida, un despertar colectivo, un sueño compartido que aún hoy se recuerda con la misma mezcla de nostalgia y vértigo.
 
En aquellos días, las calles olían a libertad recién estrenada. Los jóvenes caminaban con el brillo rebelde en los ojos, convencidos de que podían cambiarlo todo: la forma de vestir, de amar, de pensar, de vivir. Y mientras tanto, en la radio, cuatro muchachos de Liverpool reescribían la historia del mundo sin saberlo del todo. The Beatles no eran simplemente una banda; eran una revolución envuelta en melodías impecables, en armonías que parecían hablar un idioma secreto que todos, inexplicablemente, sabíamos entender.
 
Las canciones se convirtieron en himnos de una generación que empezaba a mirar el futuro con más esperanza que miedo. “Hey Jude” levantaba el corazón incluso en los días más nublados; “Let It Be” era una caricia en medio del caos; “All You Need Is Love” se transformó en una verdad indiscutible, casi una ley natural. Cada acorde parecía abrir una ventana hacia un mundo más amable, y cada verso llevaba consigo un eco de eternidad.
 
Las plazas, los bares, las habitaciones llenas de pósters y discos girando sin descanso, todo era luz y promesa. Los colores empezaban a desbordar la vida: el arte explotaba, la moda rompía moldes, la cultura se expandía como una ola imparable. Era la era de la imaginación desatada, del “sí se puede” pronunciado con flores, guitarras y sueños al volante de una furgoneta pintada a mano.
 
Hoy, seis décadas después, esas canciones siguen resonando como si el tiempo hubiera decidido detenerse entre sus notas. No son reliquias, sino corazones que siguen latiendo, recordándonos que una vez, cuando el mundo parecía demasiado grande y confuso, bastaban cuatro voces y una melodía para hacernos sentir que todo era posible.
 
Escuchar a The Beatles es volver a aquella juventud colectiva, a esa revolución hecha de canciones eternas. Es cerrar los ojos y sentir que los años 60 nunca se han ido del todo… que siguen vivos en cada acorde, en cada recuerdo, en cada latido que todavía se rinde ante su magia.
 


 
Una imagen épica
 
En la imagen se despliega un territorio imposible, un umbral entre lo interior y lo exterior. La silueta de un rostro inmenso —sereno, contemplativo, casi dormido— se confunde con un paisaje de niebla y acantilados. No se trata de un rostro humano concreto, sino de la forma misma de la introspección convertida en geografía. Allí donde deberían estar pensamientos, hay montañas; donde habitarían recuerdos, un sendero pétreo se abre paso hacia lo desconocido.
 
Un árbol desnudo crece en el borde del vacío, como si las raíces se alimentaran de algo más profundo que la tierra: quizás de emociones, quizás de aquello que uno tarda años en comprender de sí mismo. Y sobre ese camino vertiginoso, una figura diminuta avanza. Su presencia parece frágil frente a la magnitud del paisaje, pero cada paso que da es una conquista: está atravesando su propio mundo interior, caminando por dentro de una mente que se abre como un abismo y a la vez como una promesa.
 
La grieta en la silueta del cráneo no es destrucción, sino apertura. La montaña que rompe la forma revela que lo que nos constituye no siempre es liso ni perfecto: nuestras fisuras también son territorio habitable. En ese recorrido se oye el murmullo del agua bajo los puentes naturales, el eco de un viento que invita al viaje y la respiración silenciosa del rostro gigantesco que observa hacia dentro, hacia su propia noche.
 
“Sal Fuera de Ti…” susurra el texto, como un llamado suave pero ineludible. No es una orden, sino una invitación a abandonar los laberintos que uno mismo construye, a caminar más allá de los límites que creíamos definitivos. A salir, pero también a entrar: a explorar esos pliegues internos donde nacen los miedos, los sueños y la posibilidad de transformarlos.
 
La escena entera parece un sueño que se sabe sueño, un puente entre quienes somos y quienes podríamos llegar a ser si nos atreviéramos a cruzar ese sendero suspendido en el aire. En la quietud turquesa del paisaje, el viaje interior se convierte en viaje hacia el mundo, recordándonos que a veces el paso más difícil —y el más luminoso— es salir fuera de uno mismo para, por fin, encontrarse.
 

 
La playa dormia

En la arena callada de una playa dormida
reposa una barca vieja, cansada de marear;
sus maderas susurran historias de otra vida,
cuando aún tenía fuerzas para volver a zarpar.

Allá al fondo, un faro tiembla en la distancia,
su luz corta la noche como un verso de metal;
es un ojo eterno, sin tiempo ni fragancia,
que vigila las aguas con pulso maternal.

El viento se levanta, oscuro, presentido,
la tormenta se acerca con su rugido gris;
y las gaviotas vuelan en círculo encogido,
como si el cielo les contara lo que viene y lo que es.

La playa respira un silencio que presagia,
la noche se pliega al poder del temporal;
la barca aguarda quieta, sin miedo ni nostalgia,
pues sabe que incluso el caos
tiene un eco celestial.





 
Ancianos
Tristeza en el tiempo...
 
Érase unos abuelos que vivían solos, en una casa que parecía demasiado grande para sus pasos cansados. No tenían familia, o quizá la vida se la había ido llevando poco a poco, como el viento arrastra las hojas del otoño. La sociedad los había olvidado, dejándolos a la sombra de los días, donde el silencio era a veces compañía y otras, herida abierta.
 
Caminaban despacio, con mil dolores que no solo habitaban en los huesos, sino también en la memoria. Cada movimiento era un recordatorio de todo lo que habían dado y de todo lo que ya no tenían. Y sin embargo, dentro de sus ojos quedaba un resplandor suave, como una brasa que se resiste a apagarse.
 
En las tardes frías, se sentaban juntos frente a la ventana, mirando cómo la luz se deshacía en el horizonte. No hablaban mucho; las palabras habían aprendido a quedarse quietas, pero entre ellos existía un lenguaje más antiguo: el de las manos que se buscan, el de la presencia que consuela, el de dos vidas que, aun olvidadas, seguían encontrando calor la una en la otra.
 
Porque incluso en la soledad más profunda, hay un rincón donde el amor persiste, pequeño pero firme, como una vela que sigue ardiendo aunque nadie la vea.
 





 
Nostalgia en el mar

Bajo la luna quieta, redonda y pura,
tiembla el mar en susurros de cristal;
su reflejo desciende por la noche oscura
como un sendero blanco hacia lo inmortal.

El cielo guarda un sueño azul y lento,
una brisa antigua que no quiere hablar;
y las gaviotas, flotando en el viento,
dibujan libertad sobre el despertar.

En el pequeño muelle arde una luz pequeña,
una llama humilde que no sabe huir;
parece un faro que al alma enseña
que incluso en la sombra hay modo de seguir.

Oh luna serena, dueña del instante,
bruja de mareas, guardiana del mar;
tu reflejo tiembla, dulce, vacilante,
como un recuerdo que vuelve a brillar.

Y mientras las olas besan la orilla
con su ritmo antiguo, eterno y sutil,
vuela mi espíritu, vuela y se maravilla
en esta noche inmensa, profunda y febril.

 
UNIÓN DE 22 VÍDEOS
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