Ruta inhóspita hacia la Cabeza del Oso - El Real de San Vicente (Toledo)

Ruta inhóspita hacia la Cabeza del Oso - El Real de San Vicente (Toledo)
 
Dos amigos sexagenarios... deciden subir al cerro de la Cabeza del Oso (1.101 m), en El Real de San Vicente (Toledo).

 

 
Y recordar. aquellos años en los que subían con más amigos, y con 45 años menos...
 
¡Qué tiempos amigo Paco...!
¡Y todo el paisaje parece estar igual David...!

 

 

Dos amigos sexagenarios deciden subir al cerro de la Cabeza del Oso, en El Real de San Vicente.

 
Son 1.101 metros de altura… y casi toda una vida de recuerdos.
Caminan despacio, no por cansancio —o no solo—, sino porque ahora cada paso merece ser sentido.

 
El sendero es el mismo de entonces. Las encinas siguen guardando silencio, las piedras continúan en su sitio, y el viento huele igual que cuando eran jóvenes y subían riendo, con mochilas ligeras y sueños desbordados.
—Qué tiempos, amigo Paco… —dice uno, deteniéndose un instante.
—Y todo el paisaje parece estar igual, David… —responde el otro, mirando al horizonte.
Pero no todo es igual.

 

 

Antes, el tiempo parecía infinito. Subían sin pensar en la cima, sin mirar el reloj, sin contar los años. Ahora, cada curva del camino trae un nombre, una voz ausente, una risa que ya no suena más que en la memoria. Amigos que quedaron atrás, algunos en otros lugares, otros en otros silencios.
 
A mitad de la subida se sientan sobre una roca conocida. Ahí mismo, cuarenta y cinco años atrás, compartieron pan, vino y proyectos imposibles. Hoy comparten termos, sonrisas suaves y un respeto nuevo por el silencio. 

 

No hace falta hablar mucho. La amistad, cuando es verdadera, aprende a comunicarse con miradas.

 

 

Vistas panorámica de 

El Real de San Vicente (Toledo)

 

 

Al alcanzar la cima, el mundo se abre ante ellos. Valles, montes y pueblos diminutos se extienden como un viejo mapa emocional. El sol cae despacio, como si también recordara. Paco respira hondo. David cierra los ojos un segundo. No están tristes. Están llenos.
Comprenden entonces que el paisaje no es lo que permanece intacto, sino lo que ellos han sabido conservar dentro.

 
Que la juventud no se fue del todo: se quedó escondida en cada subida compartida, en cada recuerdo pronunciado en voz baja.
Bajan despacio, con las sombras alargándose a su lado.

 
No han vuelto al pasado.
Pero lo han tocado.
Y eso, a su edad, es un regalo inmenso.

 

En el Centro Geodésico

(1.101 m)

La roca de la abuela

 

 

Vistas panorámica de 

El Real de San Vicente (Toledo)

 

 

Bajando...

 

 

VÍDEOS

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