Yacimiento arqueológico "La Alcazaba" y "Torre Albarrana" - Talavera de la Reina (Toledo)

viernes, 19 de septiembre de 2025

Relatos en la Iglesia de Sto. Domingo (La niñez inmorta) - Historia e Imaginación (Parte VIII/XI)

Relatos en la Iglesia de Sto. Domingo - Colegio Compañía de María (La niñez inmortal) - Historia e Imaginación (Parte VIII/XI)
 
El sol de la tarde cae suave sobre las viejas piedras de la Iglesia de Santo Domingo. En un pasillo largo, acaban de sonar las campanas de la última clase del día. Las ventanas de medio punto filtran luz dorada que dibuja arcos alargados sobre los muros, y se reflejan en las vidrieras neogóticas que alguien colocó ya entrado el siglo XX.
 
Un grupo de estudiantes camina despacio por el corredor central del colegio de la Compañía de María, el antiguo convento de Santo Domingo. 
 
 
No ven sus pies, ni sienten el roce del suelo; su presencia se limita al eco suave de sus voces cuando se mezclan con las plegarias que antaño se recitaban en coro. Es como si el aire estuviera cargado de memorias que laten, invisibles.
 
Se asoman al recreo, donde los bancos de piedra y las columnas que sostienen la arquería se alzan como guardianes silentes. 
 
Allí, en la sombra de los contrafuertes, ríen, corretean; llaman a alguna madre que dobló hace tiempo esas esquinas, que miró al cielo en la bóveda de crucería, que rezó junto al ábside poligonal.
 
 
Las madres aparecen junto a los claustros, vestidas con mantos discretos, con manos surcadas por los años. Caminan entre los pasillos también, sin pisadas, sólo un murmullo, un roce de tejido. 
 
Se detienen frente a las hornacinas con los sepulcros de Don Pedro Loaysa y Doña Catalina de Mendoza, sus ojos se llenan de reverencia ante la escultura funeraria renacentista, ante ese cenotafio donde descansa el cardenal García de Loaysa.
 
 
Los estudiantes se sientan en los pupitres vacíos del aula que huele a madera y a viejo pergamino, aunque no hay nadie más que ellos. Cogen la tiza, abren libros, recitan lecciones latinas, suman en silencios que resuenan en cada arco.
 
Después, en un instante recogido, se acercan al altar mayor. El órgano barcelonés —colocado hace poco más de un siglo— suspira notas que ninguna boca toca, pero que llenan el espacio con armonías antiguas.
 
Rezan. Rezan por las madres que los cuidaron, por los dominicos que fundaron aquella parroquia de San Ginés allá por 1520, por los que construyeron la nave, levantaron el crucero, tallaron sepulcros con amor.
 
 
Y al recreo regresan, risas sin eco, una pelota que nunca rebota, juegos de niñas que nadie ve. Pero esos niñas están vivos en deseo y en fe.
 
Porque no son fantasmas los que caminan ahí; son almas bendecidas que Dios sostuvo, ángeles en la tierra —la tierra de Talavera, de vieja piedra y de fe antigua—. 

Nadie las ve, nadie las oye, pero están ahí: en la sombra generosa de Santo Domingo, en cada piedra del colegio, en cada arco apuntado que abraza el cielo.
 
 
Y cuando cae la noche, cuando las velas se apagan, aún queda un resplandor suave en la vidriera, una brisa que repite “Avemaría”, un latido de presencia eterna.
 
Bajo arcos de piedra callada,
susurra el colegio su voz,
memoria de infancia sagrada,
refugio de estudio y de Dios.
 
Pasillos que guardan la risa,
oraciones que nunca se van,
las madres, con mano precisa,
tejen almas de amor y de pan.
 
Oh Compañía, faro encendido,
que alumbra con fe y claridad,
eres pasado y eres camino,
patrimonio de la eternidad.
 
 
Enlaces consultados
 
 
 
Conoce "Talavera de la Reina" (Parte X) - Guía de rincones con "encanto" (Convento Jerónimo de Sta. Catalina - San Prudencio-Iglesia de Sto. Domingo)
 
 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla - La Mancha
Informador Turístico
 (N° Reg. EXP/ITL/RDM-0019)
Guía de Montaña


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