Dicen los viejos cuentos toledanos que, cada agosto, cuando el cielo se abre y se enciende con la lluvia de estrellas de las Perseidas, no caen simples destellos de fuego.
En realidad, son almas luminosas que regresan desde lo alto, almas de ancestros, de amigos y de seres queridos que ya partieron. Vuelven en forma de estrellas fugaces, trayendo consigo un don celestial: la capacidad de guiar, proteger y sembrar fortuna sobre aquellos que aún caminan por la tierra.
Las llaman las lágrimas de San Lorenzo, pero en Toledo, la Ciudad de las Tres Culturas, se murmura que son lágrimas de esperanza. Cada una que cruza el cielo es como un susurro de bondad, un gesto de amor eterno, una promesa de que nadie está nunca del todo solo.
En esas noches cálidas de agosto, las murallas, los puentes y las torres parecen inclinarse hacia el firmamento para contemplar el espectáculo. Y mientras el Tajo refleja los destellos plateados, los toledanos saben que cada estrella fugaz es un regalo de buena suerte reservado a los corazones nobles, a las personas justas, a quienes viven con bondad.
Así, en Toledo, las noches de Perseidas no son solo noches estrelladas:
son noches mágicas, donde el cielo y la tierra se tocan,
y donde cada chispa que se apaga en el firmamento
es en verdad una bendición que desciende para abrazar a los vivos.
Lágrimas de San Lorenzo en Toledo
En las noches de agosto, Toledo suspira,
su cielo se enciende, su alma delira.
No son solo estrellas que cruzan el velo,
son voces antiguas que vuelven del cielo.
Almas que bajan con brillo fugaz,
dejando en la tierra un rastro de paz.
Protegen al justo, al noble, al sincero,
sus dones son puros, su abrazo certero.
K
El Tajo refleja destellos de amor,
y el viento repite su mágico rumor:
"Las lágrimas caen no de pena, de suerte,
bendicen al vivo desde la otra vertiente."
Ciudad de culturas, Toledo callado,
contemplas al cielo de plata adornado.
Y sabes que cada fulgor que se extingue
es un beso eterno que nunca se pierde.
su cielo se enciende, su alma delira.
No son solo estrellas que cruzan el velo,
son voces antiguas que vuelven del cielo.
Almas que bajan con brillo fugaz,
dejando en la tierra un rastro de paz.
Protegen al justo, al noble, al sincero,
sus dones son puros, su abrazo certero.
K
El Tajo refleja destellos de amor,
y el viento repite su mágico rumor:
"Las lágrimas caen no de pena, de suerte,
bendicen al vivo desde la otra vertiente."
Ciudad de culturas, Toledo callado,
contemplas al cielo de plata adornado.
Y sabes que cada fulgor que se extingue
es un beso eterno que nunca se pierde.
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