Nuestro gran ceramista no sólo era un gran artista, sino un gran empresario que supo vender su obra por todo el mundo. Entre otras iniciativas comerciales quiso extender su cerámica por América y por ello envió allí a dos de sus hijos en 1934 para difundirla mediante una exposición en Buenos Aires. Entonces, los viajes trasatlánticos se hacían por mar y don Juan tenía el lógico temor de que les sucediera algo a sus hijos Juan y Salvador, por lo que entraba a diario a rezar ante a una imagen de Cristo crucificado solitaria que se hallaba junto a la puerta norte del templo y que a él le provocaba una especial devoción.
Durante dos meses se estuvo arrodillando en el reclinatorio que estaba delante del crucifijo hasta que volvieron sus hijos y prometió hacer una gran obra para agradecer que volvieran sanos y salvos de su periplo marítimo.
http://lamejortierradecastilla.com/ruiz-de-luna-y-la-capilla-del-cristo-del-mar-o-de-san-francisco-de-la-colegial/
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