Casa Martín
Ginestal y Machuca alquilan en 1920 la fábrica de Cerámica ‘Nuestra Señora del Pilar’, a la que se une Broncano una década después.
HISTORIA Y DATOS
Solicitada la licencia para el nuevo inmueble de la plaza de San Juan por Ladislao Martín García, la Casa Martín sería proyectada como edificio de dos plantas más una baja a pie de calle, apta para local comercial, con balcones de tipo mirador en las plantas primera y segunda, abiertos a la fachada principal del bloque, frente a la plaza y templo. Sería este flanco de la obra, mucho menos amplio pero incomparablemente más vistoso que el lateral expuesto sobre la calle de Felipe Uribarri, el destinado a acoger la decoración fundamental con que se quiso dotar a la vivienda, basándose en todo un retablo de azulejería talaverana que, partiendo del zócalo granítico que circundaría la finca desde el suelo hasta, en el frente, la altura media de una persona adulta, se expandiese hasta alcanzar los ventanales de la buhardilla, bajo la cornisa suprema, ocupando la práctica totalidad del muro externo meridional de la obra.
La actividad cerámica en las primeras décadas del pasado siglo, surgió una de las mejores generaciones de ceramistas pintores. Enrique Ginestal, Francisco de la Cruz Machuca y Fernando Broncano ponen el nombre a una serie de artistas que dejaron auténticas maravillas con la cerámica como base.
Ginestal y Machuca alquilan en 1920 la fábrica de Cerámica ‘Nuestra Señora del Pilar’, a la que se une Broncano una década después.
Enrique Ginestal Martínez de Tejada
Artista, pintor, ilustrador, ceramista, fotógrafo y emprendedor en Talavera . Nacido en 1888 pasa los primeros años de formación y trabajo vinculado a la empresa familiar, pero pronto sus capacidades y facultades para el arte, especialmente el dibujo y la pintura, le llevan hacia otros derroteros.
Artista, pintor, ilustrador, ceramista, fotógrafo y emprendedor en Talavera . Nacido en 1888 pasa los primeros años de formación y trabajo vinculado a la empresa familiar, pero pronto sus capacidades y facultades para el arte, especialmente el dibujo y la pintura, le llevan hacia otros derroteros.
Al hilo del empuje y prestigio que toma la cerámica de Talavera revitalizada con la fábrica de Guijo y Ruiz de Luna «Nuestra Señora del Prado» en 1908, Enrique abrirá pocos años después un nuevo taller junto a su socio Francisco de la Cruz Machuca.
Aquí las dotes creativas y compositivas tendrán cabida en las piezas de loza y los magníficos conjuntos de azulejería que saldrán de la fábrica. Todo un torrente de color y forma que en nada desmerece a lo que se estaba creando en la factoría de Luna, siendo de tan buena calidad que sus productos serán reconocidos con varios galardones entre ellos la Medalla de Oro de la Exposición de Lieja en 1930.
Solicitada la licencia para el nuevo inmueble de la plaza de San Juan por Ladislao Martín García, la Casa Martín sería proyectada como edificio de dos plantas más una baja a pie de calle, apta para local comercial, con balcones de tipo mirador en las plantas primera y segunda, abiertos a la fachada principal del bloque, frente a la plaza y templo. Sería este flanco de la obra, mucho menos amplio pero incomparablemente más vistoso que el lateral expuesto sobre la calle de Felipe Uribarri, el destinado a acoger la decoración fundamental con que se quiso dotar a la vivienda, basándose en todo un retablo de azulejería talaverana que, partiendo del zócalo granítico que circundaría la finca desde el suelo hasta, en el frente, la altura media de una persona adulta, se expandiese hasta alcanzar los ventanales de la buhardilla, bajo la cornisa suprema, ocupando la práctica totalidad del muro externo meridional de la obra.
Persiguiendo la tendencia neohistoricista que triunfaba dentro del modernismo arquitectónico de la época, la azulejería talaverana, recién reimpulsada a comienzos del siglo XX por parte del ceramista y empresario Ruiz de Luna tras una centuria en decadencia, ofrecía gracias a la recuperación de los diseños clásicos que conformaban la personal oferta pictórica de este tipo de cerámica, basados en el gusto renacentista inspirado a su vez en la tendencia italiana que a partir del siglo XVI bebiese de la ornamentación a candelieri recuperada del arte antiguo, una mirada hacia el pasado plateresco y renacentista español que permitiera convertir el edificio cacereño en un expositor vivo de tal tendencia edilicia. Se contaría para ello con el recién creado taller conformado por los afamados ceramistas Enrique Ginestal Martínez de Tejada, y Francisco de la Cruz Machuca, bautizado como Ginestal y Machuca, destacando el primero de ellos, nacido en 1.888, ya a corta edad por sus dotes artísticas y pictóricas, que le llevarían a acercarse hacia la tradición ceramista talaverana, no dudando en plasmar sus creaciones a través de la loza y los paneles de azulejería que saldrían de su propio alfar, resultando exquisitas composiciones que en 1.930 le permitieran hacerse con la Medalla de Oro en la Exposición Internacional celebrada en Lieja (Bélgica). El ejemplar traído a Cáceres, donde se conjugan los amplios paños de tradición blanca y azul con las cenefas donde a estos tonos se suman los tintes amarillentos y verdosos, sería uno de ellos.
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