Ese pueblo mío que tanto yo adoro,
parece castillos de cuentos de hadas;
sus casitas blancas todas tan pequeñas,
brillan cual diamantes allá en la montaña.
Allí en ese pueblo tejí yo ilusiones,
tejí yo ilusiones llena de esperanzas;
conocí el amor que fue lo más bello
y aprendí a querer con toda mi alma.
Ese amor perdura no quiero olvidarlo,
aquí está muy dentro, muy dentro de mi alma;
como ese mi pueblo que ya echó raíces,
que eso es imposible poder arrancarlas.
El día en que mi Dios me llame a mi cuentas,
le diré segura no fue otra mi falta;
yo amé demasiado de eso estoy segura,
y si fue un pecado castiga mi falta.
Y cuando ya llegué mi último momento,
tendré muy presente a mi gente amada;
mi último beso lo enviaré en el viento,
o en la suave brisa que hay en las mañanas.
Tomado del libro
ROSAS Y ESPINAS | |
Alicia Rada de Henao 6/16/87
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