domingo, 11 de mayo de 2025

Los Vetones (El Terror de Roma) - Viriato la pesadilla en Hispania (Guerra Lusitana)

Los Vetones (El Terror de Roma) - Viriato la pesadilla en Hispania (Guerra Lusitana)
 
 
Apiano fue un historiador del siglo II d.c. que escribió una historia de Roma, como no, también narró sobre Iberia, aquí viene lo que escribió sobre las guerras lusitanas y Viriato.
 
Apiano
Historiador Romano
 
La guerra lusitana.
 
56¬. "Por este tiempo otra tribu de los iberos autónomos, los llamados lusitanos, bajo el liderazgo de Púnico, se dedicaron a devastar los pueblos sometidos a Roma, y después de haber puesto en fuga a sus pretores Manilio y Calpurnio Pisón, mataron a seis mil romanos y, entre ellos, al cuestor Terencio Varrón. Púnico, envalentonado por estos hechos, hizo incursiones por toda la zona que se extendía hasta el océano y, uniendo a su ejército a los vettones, puso sitio a una tribu vasalla de Roma, los llamados blastofenicios. 
 
Se dice que Aníbal el cartaginés había asentado entre ellos algunos colonos traídos de África y que, a causa de esto, reciben el nombre de blastofenicios. Púnico, golpeado en la cabeza por una piedra, murió y le sucedió en el mando un hombre llamado Césaro. 
 
El tal Césaro entabló combate con Mummio que venía desde Roma con otro ejército y, al ser derrotado, huyó. Pero, como Mummio lo persiguió de manera desordenada, giró sobre sí mismo y haciéndole frente dio muerte a nueve mil romanos, volvió a recuperar el botín que le había sido quitado y su propio campamento, al tiempo que también se apoderó del de los romanos y cogió armas y muchas enseñas que los bárbaros pasearon en son de burla por toda Celtiberia."
 
 
57¬. "Mummio se dedicó a hacer ejercicios de entrenamiento dentro del campamento con los cinco mil soldados que le quedaban, temeroso de salir a campo abierto antes de que los soldados hubieran recobrado de nuevo su coraje.
 
Esperó allí a que los bárbaros pasaran con una parte del botín que le habían arrebatado, cayó sobre ellos de improviso y, tras haber dado muerte a muchos, recobró el botín y las enseñas. Los lusitanos del otro lado del río Tajo y aquellos que ya estaban en guerra con los romanos, cuyo jefe era Cauceno, se pusieron a desvastar el país de los cuneos que estaban sometidos a los romanos y tomaron Conistorgis, una ciudad importante de ellos. 
 
Atravesaron el océano junto a las columnas de Hércules y algunos hicieron incursiones por una parte de África y otros sitiaron a la ciudad de Ocilis. Mummio los siguió con nueve mil soldados de infantería y quinientos jinetes, mató a unos quince mil de los que estaban entregados al saqueo y a algunos otros, y levantó el asedio de Ocilis. 
 
Después se topó, casualmente, con los que llevaban el producto de su rapiña y los mató a todos, de tal manera que ni siquiera logró escapar un mensajero de esta desgracia. Tras haber entregado al ejército el botín que podían llevar consigo, el resto lo quemó como ofrenda a los dioses de la guerra. Y Mummio, una vez que finalizó su campaña, regresó a Roma y fue recompensado con el triunfo."
 
Guerreros Celtíberos en Hispania
  
58¬. "Le sucedió en el mando Marco Atilio, quien realizó una incursión contra los lusitanos, dio muerte a setecientos de ellos y se apoderó de Oxtraca, su ciudad más importante. Después de sembrar el pánico entre los pueblos vecinos, firmó tratados con todos. 
 
Entre éstos había algunos vettones, limítrofes con los lusitanos. Sin embargo, cuando Atilio se retiraba para pasar el invierno, todos cambiaron de parecer de repente y asediaron a algunos pueblos vasallos de Roma. Servio Galba, el sucesor de Atilio, les apremió a que levantaran el cerco. Tras recorrer en un día y una noche una distancia de quinientos estadios, se presentó ante los lusitanos y entabló combate de inmediato con el ejército cansado. 
 
Por fortuna logró romper las filas enemigas, pero se puso a perseguir al enemigo con poca experiencia en la guerra. Razón por la cual, al hacerlo de forma débil y desordenada debido a la fatiga, los bárbaros, al verlos diseminados y que se detenían a descansar por turnos, se reagruparon y atacándolos dieron muerte a unos siete mil. 
 
Y Galba, con los jinetes que estaban a su lado, huyó a la ciudad de Carmona. Aquí recuperó a los fugitivos y, después de reunir aliados hasta un número de veinte mil, marchó hacia el territorio de los cuneos y pasó el invierno en Conistorgis.
 
 
59¬. "Lúculo, que había combatido contra los vacceos sin autorización senatorial y, a la sazón, se encontraba invernando en Turdetania, al darse cuenta de que los lusitanos hacían incursiones contra las zonas próximas, envió a sus mejores lugartenientes y dio muerte a cuatro mil lusitanos. 
 
Mató a mil quinientos cuando atravesaban el estrecho cerca de Gades, y a los demás, que se habían refugiado en una colina, los rodeó de una empalizada y capturó a un número inmenso de ellos. Entonces, tras invadir Lusitania, se puso a devastarla gradualmente. Galba llevaba a cabo la misma operación por el lado opuesto.
 
Cuando algunos de sus embajadores vinieron a él con el deseo de consolidar los pactos que habían hecho con Atilio, el general que le había precedido, y que habían quebrantado, los recibió, firmo una tregua y mostró deseos de entablar relaciones amigables con ellos, ya que entendía que se dedicaban a la rapiña, a hacer la guerra y quebrantar los tratados por causa de la pobreza: "Pues¬ les dijo¬ la pobreza del suelo y la falta de recursos os obligan a esto, pero yo daré una tierra fértil a mis amigos pobres y os estableceré en un país rico distribuyéndolos en tres partes".
 
 
"60¬. "Ellos, confiados en estas promesas, abandonaron a sus lugares de residencia habituales y se reunieron en donde les ordenó Galba. Este último los dividió en tres grupos y, mostrándoles a cada uno una llanura, les ordenó que permanecieran en campo abierto hasta que, a su regreso, les edificara sus ciudades. 
 
Tan pronto como llegó a la primera sección, les mandó que, como amigos que eran, depusieran sus armas. Y una vez que lo hubieron hecho, los rodeó con una zanja y, después de enviar a algunos soldados con espadas, los mató a todos en medio del lamento general y las invocaciones a los nombres de los dioses y a las garantías dadas. 
 
De igual modo también, dándose prisa, dio muerte a la segunda y tercera sección cuando aún estaban ignorantes de la suerte funesta de los anteriores, vengando con ello una traición con otra traición a imitación de los bárbaros, pero de una forma indigna del pueblo romano. 
 
Sin embargo unos pocos de ellos lograron escapar, entre los que estaba Viriato, quien poco tiempo después se puso al frente de los lusitanos, dio muerte a muchos romanos y llevó a cabo las más grandes hazañas. Pero estas cosas, que tuvieron lugar después, las referiré más adelante. Entonces Galba, hombre mucho más codicioso que Lúculo, distribuyó una parte pequeña del botín entre el ejército y otra parte pequeña entre sus amigos, y se quedó con el resto, pese a que ya casi era el hombre más rico de Roma. Se dice que ni siquiera en tiempos de paz dejaba de mentir y cometer perjurio a causa de su ansia de riquezas. 
 
Y a pesar de que era odiado y de que fue llamado a rendir cuentas bajo acusación, logró escapar debido a su riqueza."
 
Guerrero Celtíbero
 
61¬. "No mucho tiempo después, todos los que consiguieron escapar a la felonía de Lúculo y Galba lograron reunirse en número de diez mil e hicieron una incursión contra Turdetania. Gayo Vetilio vino desde Roma contra ellos con otro ejército y asumió, además, el mando de las tropas que estaban en iberia, llegando a tener en total diez mil hombres. 
 
Éste cayó sobre los que estaban buscando forraje y, después de dar muerte a mucho, obligó a los restantes a replegarse hacia un lugar en el que, en el caso de permanecer, corrían el riesgo seguro de morir de hambre, y en caso de abandonarlo, el de morir a manos de los romanos. 
 
Tal era, en efecto, la dificultad del lugar. Por este motivo enviaron emisarios a Vetilio con ramas de suplicantes, pidiéndole tierra para habitarla como colonos y prometiéndole que desde ese momento serían leales a los romanos en todo. Él prometió entregársela y se dispuso a firmar un acuerdo. 
 
Pero Viriato, que había escapado a la perfidia de Galba y entonces estaba con ellos, les trajo a la memoria la falta de palabra de los romanos y cuántas veces habían violado los juramentos que habían dado y cómo todo aquel ejército estaba formado por hombres que habían escapado a tales perjurios de Galba y Lúculo. Les dijo que no había que desesperar de salvarse en aquél lugar, si estaban dispuestos a obedecerle.
 
Legionario romano
 
"62¬. "Encendidos sus ánimos y recobradas las esperanzas, lo eligieron general. Después de desplegar a todos en línea de batalla como si fuera a presentar combate, les dio orden de que, cuando él se montara a caballo, escaparan disgregándose en muchas direcciones como pudiesen por rutas muy distintas en dirección a la ciudad de Tríbola y que le aguardaran allí. 
 
Él eligió sólo a mil y les ordenó colocarse a su lado. Una vez efectuadas estas disposiciones, escaparon al punto, tan pronto como Viriato montó a caballo, y Vetilio, temeroso de perseguirles a ellos que habían escapado en muchas direcciones, dio la vuelta y se dispuso a luchar con Viriato, que permanecía quieto y aguardaba a que llegara el momento de atacar. Viriato, con caballos mucho más veloces, lo mantuvo en jaque, huyendo a veces y otras parándose de nuevo y atacando, y consumió aquel día y el siguiente completos en la misma llanura cabalgando alrededor. 
 
Y cuando calculó que los otros tenían ya asegurada su huida, entonces, partió por la noche por caminos no usados habitualmente y, con caballos mucho más rápidos, llegó a Tríbola sin que los romanos fueran capaces de perseguirlo a causa del peso de sus armas, de su desconocimiento de los caminos y de la inferioridad de sus caballos. 
 
De esta manera, de modo inesperado, salvó a su ejército de una situación desesperada. Cuando esta estratagema llegó al conocimiento de los pueblos bárbaros de esta zona, le reportó un gran prestigio y se le unieron muchos desde todos los lugares. Y durante ocho años sostuvo la guerra contra Roma."
 
 
La guerra de Viriato
 
63¬. "Es mi intención insertar aquí la guerra de Viriato, que causó con frecuencia turbaciones a los romanos y fue la más difícil para ellos, posponiendo el relato de cualquier otro suceso que tuviera lugar en Iberia por este tiempo. Vetilio, en su persecución, llegó hasta la ciudad de Tríbola. 
 
Pero Viriato, habiendo ocultado una emboscada en una espesura, continuó su huida hasta que Vetilio estuvo a la altura del lugar y, entonces, volvió sobre sus pasos y los que estaban emboscados salieron de su escondite. 
 
Por ambos lados empezaron a dar muerte a los romanos, así como a hacerlos prisioneros y a arrinconarlos contra los barrancos. Incluso Vetilio fue hecho prisionero. El soldado que lo capturó, al ver que se trataba de un hombre viejo y muy obeso, no le dio valor alguno y le dio muerte por ignorancia. 
 
De los diez mil romanos lograron escapar unos seis mil y llegar hasta Carpessos, una ciudad situada a orillas del mar, la cual creo yo que se llamaba antiguamente Tartessos por los griegos y fue su rey Argantonio, que dicen que vivió ciento cincuenta años. 
 
A los soldados que habían huido hasta Carpessos, el cuestor que acompañaba a Vetilio los apostó en las murallas llenos de temor. 
 
Y tras haber pedido y obtenido de los belos y los titos cinco mil aliados, los envió contra Viriato. Éste los mató a todos, así que no escapó ni uno que llevara la noticia. Entonces, el cuestor permaneció en la ciudad aguardando alguna ayuda de Roma.
 
 
"64¬. "Viriato penetró sin temor alguno en Carpetania, que era un país rico, y se dedicó a devastarla hasta que Gayo Plaucio llegó de Roma con diez mil soldados de infantería y mil trescientos jinetes. Entonces, de nuevo Viriato fingió que huía y Plaucio mandó en su persecución a unos cuatro mil hombres, a los cuales Viriato, volviendo sobre sus pasos, dio muerte a excepción de unos pocos. Cruzó el río Tajo y acampó en un monte cubierto de olivos, llamado monte de Venus. 
 
Allí lo encontró Plaucio y, lleno de premura por borrar su derrota, le presentó batalla. Sin embargo, tras sufrir una derrota sangrienta, huyó sin orden alguno a las ciudades y se retiró a sus cuarteles de invierno desde la mitad del verano, sin valor para presentarse en ningún sitio. Viriato, entonces, se dedicó a recorrer el país sin que nadie le inquietase y exigía a sus poseedores el valor de la próxima cosecha y a quien no se lo entregaba, se la destruía."
 
 
65¬. "Cuando en Roma se enteraron de estos hechos, enviaron a Iberia a Fabio Máximo Emiliano, el hijo de Emilio Paulo, el vencedor de Perseo rey de los macedonios, y le dieron el poder de levar por sí mismo a un ejército. 
 
Como los romanos habían conquistado recientemente Cartago y Grecia y acababan de llevar a feliz término la tercera guerra macedónica, él, a fin de dar descanso a los hombres que habían venido de estos lugares, eligió a otros muy jóvenes y sin experiencia anterior alguna en la guerra, hasta completar dos legiones. 
 
Y, después de pedir otras fuerzas a los aliados, llegó a Orsón, una ciudad de Iberia, llevando en total quince mil soldados de infantería y dos mil jinetes. Desde allí, y puesto que no deseaba entablar batalla hasta que tuviese entrenado a su ejército, hizo un viaje a través del estrecho hasta Gades para realizar un sacrificio a Hércules. 
 
En este lugar, Viriato, cayendo sobre algunos que estaban cortando leña, dio muerte a muchos de ellos y aterrorizó a los restantes. Cuando su lugarteniente los dispuso de nuevo para combatir, Viriato los volvió a vencer y capturó un botín abundante. 
 
Cuando llegó Máximo, Viriato sacaba continuamente el ejército en orden de batalla para provocarle, pero aquel rehusaba un enfrentamiento con la totalidad de su ejército, pues todavía estaba ejercitándolos, aunque, en cambio, sostuvo escaramuzas muchas veces con parte de sus tropas para tantear al enemigo e infundir valor a sus propios soldados. 
 
Vetones
 
Cuando salía a forrajear, colocaba siempre alrededor de los hombres desarmados a un cordón de legionarios y él mismo con jinetes recorría la zona, como había visto hacer cuando combatía junto a su padre Paulo en la guerra macedónica. Después que pasó el invierno, con el ejército entrenado, fue el segundo general que hizo huir a Viriato, aunque éste combatió con valentía; saqueó una de sus ciudades, incendió otra y, persiguiendo en su huida a Viriato hasta un lugar llamado Bécor, le mató a muchos hombres. Pasó el invierno en Córduba, siendo éste ya el segundo año de su mando como general en esta guerra. Y Emiliano, después de haber realizado estas campañas, partió para Roma, recibiendo el mando Quinto Pompeyo Aulo."
 
 
66¬. "Después de esto, Viriato no despreciaba ya al enemigo como antes y obligó a sublevarse contra los romanos a los arevacos, titos y belos que eran los pueblos más belicosos. 
 
Y éstos sostuvieron por su cuenta otra guerra que recibió el nombre de "numantina" por una de sus ciudades y fue larga y penosa en grado sumo para los romanos. 
 
Yo agruparé también los concernientes a esta guerra en una narración continuada después de los hechos de Viriato. Este último tuvo un enfrentamiento con Quintio, otro general romano, en la otra parte de Iberia y, al ser derrotado, se retiró de nuevo al monte de Venus. 
 
Desde allí hizo de nuevo una salida, dio muerte a mil soldados de Quintio y le arrebató algunas enseñas. Al resto lo persiguió hasta su campamento y expulsó a la guarnición de Ituca. También devastó el país de los bastitanos, sin que Quintio acudiera en auxilio de éstos a casusa de su cobardía e inexperiencia. 
 
Por el contrario, estaba invernando en Córduba desde mitad del otoño y, con frecuencia, enviaba contra él a Gayo Marcio, un ibero de la ciudad de Itálica."
 
 
67¬. "Al año siguiente, Fabio Máximo Serviliano, el hermano de Emiliano, llegó como sucesor de Quintio en el mando, con otras dos legiones y algunos aliados. 
 
En total sus fuerzas sumaban unos dieciocho mil infantes y mil seiscientos jinetes. Después de escribir cartas a Micipsa, el rey de los númidas, para que le enviase elefantes lo más pronto posible, se apresuró hacia Ituca llevando el ejército por secciones. 
 
Al atacarle Viriato con seis mil hombres en medio de un griterío y clamores a la usanza bárbara y con largas cabelleras que agitaban en los combates ante los enemigos, no se amilanó, sino que le hizo frente con bravura y logró rechazarlo sin que hubiera conseguido su propósito. Después que le llegó el resto del ejército y enviaron desde África diez elefantes y trescientos jinetes, estableció un gran campamento y avanzó al encuentro de Viriato, y tras ponerlo en fuga, emprendió su persecución. 
 
Pero, como ésta se hizo en medio del desorden, Viriato, al percatarse de ello durante su huida, dio media vuelta y mató a tres mil romanos. 
 
Al resto los llevó acorralados hasta su campamento y los atacó también. Sólo unos pocos le opusieron resistencia a dura penas alrededor de las puertas, pero la mayoría se precipitó en el interior de las tiendas a causa del miedo y tuvieron que ser sacados con dificultad por el general y los tribunos. En esta ocasión destacó en especial Fanio, el cuñado de Lelio, y la proximidad de la noche contribuyó a la salvación de los romanos. 
 
Pero Viriato, atacando con frecuencia durante la noche, así como a la hora de la canícula, y presentándose cuando menos se le esperaba, acosaba a los enemigos con la infantería ligera y sus caballos, mucho más veloces, hasta que obligó a Serviliano a regresar a Ituca."
 
 
68¬. "Entonces, por fin, Viriato, falto de provisiones y con el ejército mermado, prendió fuego a su campamento durante la noche y se retiró a Lusitania. Serviliano, como no pudo darle alcance, invadió la Beturia y saqueó cinco ciudades que se habían puesto de parte de Viriato. Con posterioridad, hizo una expedición militar contra los cuneos y, desde allí, se apresuró, una vez más, hacia los lusitanos contra Viriato. Mientras estaba de camino, Curio y Apuleyo, dos capitanes de ladrones, lo atacaron con diez mil hombres, provocaron una gran confusión y le arrebataron el botín. 
 
Curio cayó en la lucha, y Serviliano recobró su botín poco después y tomó las ciudades de Escadia, Gemela y Obólcola, que contaban con guarniciones establecidas por Viriato, y saqueó otras e, incluso, perdonó a otras más.
 
Habiendo capturado a diez mil prisioneros, les cortó la cabeza a quinientos, y vendió a los demás. Después de apresar a Cónnoba, un capitán de bandoleros que se le rindió, le perdonó sólo a él, pero le cortó las manos a todos sus hombres."
 
 
69¬. "Durante la persecución de Viriato, Serviliano empezó a rodear con un foso a Erisana, una de sus ciudades, pero Viriato entró en ella durante la noche y, al rayar el alba, atacó a los que estaban trabajando en la construcción de trincheras y les obligó a que arrojaran las palas y emprendieran la huida.
 
Después derrotó de igual manera y persiguió al resto del ejército, desplegado en orden de batalla por Serviliano. 
 
Lo acorraló en un precipicio, de donde no había escape posible para los romanos, pero Viriato no se mostró altanero en este momento de buena fortuna sino que, por el contrario, considerando que era una buena ocasión de poner fin a la guerra mediante un acto de generosidad notable, hizo un pacto con ellos y el pueblo romano lo ratificó: que Viriato era amigo del pueblo romano y que todos los que estaban bajo su mandato eran dueños de la tierra que ocupaban.
 
De este modo parecía que había terminado la guerra de Viriato, que resultó la más difícil para los romanos, gracias a un acto de generosidad:"
 
 
70. Los romanos rompen el tratado
 
Pero duró muy poco la paz porque, habiendo venido a suceder en el mando Cepión, hermano de Serviliano, que la había ajustado, escribió a Roma que se debían anular los tratados como indecorosos al pueblo romano.
 
El senado por el pronto le permitió incomodar por bajo cuerda a Viriato como le pareciese; pero después, importunado con las continuas cartas que Cepión enviaba, resolvió que anulase los tratados y declarase abiertamente la guerra a Viriato.
Cepión, apoyado cautamente con este decreto, tomó la ciudad de Arsa por haberla abandonado Viriato; y como tenía mayores fuerzas, marchó en seguimiento del mismo Viriato, que iba huyendo y talando de paso Carpetania.
 
Aquí este, no teniendo por conveniente venir a las manos por ser pocos los suyos, hizo desfilar ocultamente la mayor parte del ejército por cierto valle y formó la restante sobre un collado, dando a entender que quería pelear; pero, cuando le pareció que estarían a salvo los que iban delante, marchó a alcanzarlos con tanto desprecio y velocidad que ni aun los que seguían el alcance supieron a dónde se dirigía.
Cepión convirtió sus armas contra los vetones y gallegos, y taló sus campos.
 
 
71. Contraataque de Junio Bruto
 
A ejemplo de Viriato, otras muchas partidas de bandoleros destruían con correrías Lusitania. Vino contra ellos Sexto Junio Bruto; pero perdió la esperanza de perseguirlos, ya por lo dilatado del país, como que comprendía cuanto circundan el Tajo, el Lete, el Durio y el Betis, ríos navegables, ya porque vagando con prontitud de una parte a otra a manera de salteadores, era difícil el cogerlos, vergonzoso si no los cogían, y de vencerlos le resultaba poca gloria.
 
En esta atención resolvió dirigirse contra sus ciudades, prometiéndose que los castigaría, pues así cada uno acudiría al peligro de su patria, y al mismo tiempo enriquecería su ejército con el despojo.
 
Punzado de estos deseos, talaba cuanto se le ponía por delante, pero le contuvieron los bárbaros, a quienes auxiliaban sus mujeres con tanto ánimo que ni aun desplegaban los labios cuando las mataban. 
 
Hubo otros que se retiraron a los montes con todo lo que pudieron e, implorando después la clemencia de Bruto, este los perdonó repartiendo sus bienes.
 
 
72. Bruto cruza el Lete
 
Después, atravesado el Duero, corrió con las armas muchos países; y exigiendo rehenes a cuantos se le rendían, se adelantó hasta el Lete (5), siendo el primer romano que yo sepa que atravesó este río. Pasado este llegó hasta otro río llamado Nimio, donde, habiéndole interceptado los bracaros un convoy que le venía, tuvo que convertir sus armas contra ellos.
 
Esta era una nación que salía a campaña con sus mujeres armadas, y unos y otras morían con tanto ánimo que ninguno de ellos huía o volvía la espalda, ni profería la menor palabra.
 
Las mujeres que eran cogidas, unas se mataban a sí mismas, otras degollaban a sus hijos con sus manos,
complaciéndose con verlos antes muertos que esclavos. 
 
Esto no obstante, algunas ciudades vinieron entonces a poder de Bruto, las cuales abandonándole, poco después, fueron otra vez sujetadas.
 
 
73. Bruto captura Talabriga
 
Después marchó contra Talabriga, ciudad que le había auxiliado y desamparado varias veces. Los talabrigenses se le presentaron suplicando que los perdonase y ofreciéndole que se rendirían a su arbitrio.
 
Él primero les pidió a los desertores y prisioneros romanos, todas las armas que tenían, y a más de esto rehenes; luego les mandó desocupar la ciudad con sus hijos y mujeres. 
 
Ya que hubieron pasado por esta condición, rodeándolos con el ejército, les hizo una arenga en que les recordó y echó en cara las veces que le habían abandonado y las que habían llevado contra él las armas; y cuando los tuvo amedrentados y persuadidos a que les iba a hacer mayor mal, remató con afearles el hecho. 
 
No obstante, les quitó cuantos caballos, víveres, dinero y demás aprestos públicos tenían; pero les permitió volver a habitar la ciudad contra lo que esperaban.
 
Concluidas estas expediciones, Bruto marchó a Roma. He incluido estos alborotos en la historia de Viriato porque en este mismo tiempo y a imitación suya se comenzaron a suscitar movimientos por otros bandoleros.
 
 
74. Asesinato de Viriato
 
Viriato envió a Audax Ditalcón y Minuro, sus más fieles amigos, para tratar de concierto con Cepión, pero estos, corrompidos por el romano con grandes dones y magníficas promesas, le prometieron quitarle la vida.
En efecto, lo ejecutaron de este modo. Era Viriato de poquísimo dormir, a causa de los muchos cuidados y trabajos; descansaba frecuentemente armado para estar más pronto al primer aviso, y por lo mismo sus amigos tenían franca la entrada aun por la noche.
Con esta costumbre, Audax y sus cómplices, como que ocurría una cosa grave, entraron en su tienda cuando estaba al primer sueño, y le atravesaron la garganta, la única parte del cuerpo que tenía desarmada.
Luego, sin que nadie lo sintiese, por estar la herida en tan buena parte, marcharon a Cepión y le pidieron el premio. Este les concedió por el pronto la libre posesión de lo que antes tenían; pero por lo que hace a las promesas los remitió a Roma. Venido el día, los criados de Viriato y el demás ejército, en el entender de que dormía su general, extrañaron una cosa tan poco acostumbrada, hasta que algunos supieron que yacía muerto con sus armas.
Al instante todo fue lloros y lamentos en el campo, doliéndose todos de su muerte, temiendo cada uno por su salud, y representándoseles los peligros en que se hallaban con la falta de tan gran capitán; pero lo que más les afligía era no encontrar a los agresores.
 
 
75. Exequias de Viriato
 
Entretanto, adornaron el cadáver magníficamente, y lo quemaron en una pira muy elevada, se degollaron en su honor muchas víctimas, y se celebraron sus exequias corriendo alrededor escuadras armadas de caballería e infantería, a la manera de los bárbaros.
Nadie se separó del cadáver hasta que se extinguió el fuego. Concluido el entierro, hubo combate de gladiadores sobre su sepultura: tanta fue la sensación que hizo la muerte de Viriato, hombre así como el más apto para mandar entre los bárbaros, así también el primero en los peligros y el más exacto en la distribución de los despojos. Jamás consintió que le tocase mayor parte, bien que le instasen de continuo; y lo que le cabía lo distribuía entre los más esforzados, de que provino que, en ocho años que mandó las armas, jamás hubo sedición en su ejército, bien que compuesto de diversas gentes, y siempre lo tuvo sumiso y pronto para los peligros; la más difícil empresa para un general, y que no es fácil acaezca a otro alguno.
Después de su muerte, se eligió a Tántalo por general, y se emprendió una expedición contra Sagunto, ciudad que, después de arruinada, había reedificado Aníbal, y llamada Cartago, del nombre de su patria.
Rechazados de aquí los lusitanos, Cepión los atacó cuando iban a pasar el Betis, y los puso en tal aprieto que Tántalo tuvo que rendirse con todo el ejército, con la condición de que los tratase como a súbditos. En efecto, después de haberles quitado todas sus armas, les dio tierra suficiente para que no fuesen ladrones por necesidad. Tal fue el éxito de la guerra de Viriato.
https://academialatin.com/literatura-griega/guerras-ibericas-apiano/muerte-viriato-ruptura-tratado/
 
 
Enlaces
 
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