La ficción es el arte de hacer posible lo imposible... y la AI (Inteligencia Artificial), es la herramienta para poder realizarlo...
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Guía de Montaña
AI (Inteligencia Artificial)
Hazme una composición poética, un pasaje del Quijote y un Cantar del Mío Cid... empleando las siguientes 15 palabras:
El Real de San Vicente
Piedra de "Los Cantos Gordos"
Ermita de San Nicasio
Fuentes de "Los Caños"
Somos Realeños
Fuentes del Bonal
Entre castaños y robles
Sierra de San Vicente
Viriato
Cerro de la Cabeza del Oso
Iglesia de Santa Catalina
Mirador de la Sierra
Castañas, vino y aceite
Molinos de agua de "La Tejea"
Baile de "Tejetecordón" con cintas de colores
POEMA REALEÑO
En El Real de San Vicente
En la sierra callada que el viento peina,
donde el roble y el castaño cuentan su historia,
nace un pueblo de piedra y memoria,
El Real de San Vicente, alma toledana y serrana.
En la cima, el eco de un viejo gigante,
la Piedra de "Los Cantos Gordos" vigila el sendero,
y la Ermita de San Nicasio, faro viajero,
guarda en su silencio un rezo distante.
En la Fuentes de "Los Caños" canta el agua,
y en la Fuente del Bonal brota la vida,
entre musgo y raíz que nunca se olvida,
donde el monte su verde herencia desgrana.
Somos "Realeños", sangre de monte y batalla,
hijos del viento que cruza la sierra,
del Cerro de la Cabeza del Oso, que cierra
las noches de historias que el alma estalla.
Por los Molinos de agua de "La Tejea" murmura el arroyo,
susurra leyendas de antaño y esfuerzo,
mientras el valle se viste de un verso
que huele a castañas, vino y aceite tan mío.
Desde el Mirador de la Sierra, horizonte en llamas,
la luz besa la Iglesia de Santa Catalina,
y en cada piedra la historia camina,
siguiendo a Viriato, que nunca se apaga.
Y cuando la fiesta en la plaza florece,
con cintas de colores girando en sus manos,
el baile de "Tejetecordón" nunca envejece,
en el corazón del pueblo, como antaño.
Aquí, donde la sierra guarda su gente,
late fuerte El Real de San Vicente.
DON QUIJOTE Y SANCHO PANZA
—Sancho, amigo —dijo don Quijote, alzando la lanza—, ¿ves aquella mole de piedra que descansa como gigante dormido? ¡A fe mía que ha de ser fortaleza de algún malandrín encantado!
—Señor —replicó Sancho, rascándose la cabeza—, esa no es otra cosa que la Piedra de "Los Cantos Gordos", que bien la conozco, y de encantada no tiene más que lo que yo de obispo. Los naturales de este lugar dicen que allí descansan pastores, y no caballeros andantes.
—Calla, Sancho —respondió don Quijote—, que no entiendes los misterios de la caballería. Allí bien podría hallarse prisionera algún príncesa desafortunada, aguardando mi socorro. ¡Por mi fe que he de deshacer este entuerto!
—Antes de deshacer nada —dijo Sancho—, bien podríamos reposar en aquella casa que llaman la Ermita de San Nicasio, donde, según he oído, dan posada a caminantes como nosotros. Que más vale un buen bocado en el estómago que una aventura en los huesos.
Mas don Quijote, sin escucharle, espoleó a Rocinante, y así marcharon hasta la Fuente de "Los Caños", donde detuvieron su marcha para dar de beber a las bestias. Sancho, aprovechando la ocasión, sacó de sus alforjas un pedazo de pan y un cuarterón de queso, diciendo:
—Aquí, señor mío, en estas tierras, no hay gigantes ni princesas, más sí hay cosas de más provecho: castañas, vino y aceite, con los que bien puede uno vivir sin enredarse en desafíos.
—¡Oh, rústico y simple! —exclamó don Quijote—. ¿Acaso no sabes que por estas tierras anduvo Viriato, caudillo valiente, que desafió al poderoso imperio romano? Bien podría yo seguir sus pasos y hacerme nombre en la historia.
—Más me contentaría a mí, señor —dijo Sancho—, seguir los pasos hasta los Molinos de agua de "La Tejea", que dicen que muelen buen grano, y de allí a la Iglesia de Santa Catalina, donde se reza por las ánimas y no se mete uno en más peligros.
Proseguían su camino cuando avistaron en lo alto el Cerro de la Cabeza del Oso. Don Quijote, creyendo que era morada de un fiero monstruo encantado, se preparó para la batalla, mientras Sancho suspiraba:
—¡Por el alma de mi abuelo, que acabaremos mal si seguimos buscando aventuras donde no las hay! Mejor nos quedáramos en el Mirador de la Sierra, a disfrutar del paisaje y del baile que llaman de "Tejetecordón", donde las mozas giran con cintas de colores, que no enredarnos con gigantes de piedra.
Pero don Quijote, armado de valor y fantasía, no atendió a razones. Y así, entre castaños y robles, se perdió en nuevas aventuras, mientras Sancho, resignado, le seguía con paciencia de escudero y hambre de buen yantar.
—Más me contentaría a mí, señor —dijo Sancho—, seguir los pasos hasta los Molinos de agua de "La Tejea", que dicen que muelen buen grano, y de allí a la Iglesia de Santa Catalina, donde se reza por las ánimas y no se mete uno en más peligros.
Proseguían su camino cuando avistaron en lo alto el Cerro de la Cabeza del Oso. Don Quijote, creyendo que era morada de un fiero monstruo encantado, se preparó para la batalla, mientras Sancho suspiraba:
—¡Por el alma de mi abuelo, que acabaremos mal si seguimos buscando aventuras donde no las hay! Mejor nos quedáramos en el Mirador de la Sierra, a disfrutar del paisaje y del baile que llaman de "Tejetecordón", donde las mozas giran con cintas de colores, que no enredarnos con gigantes de piedra.
Pero don Quijote, armado de valor y fantasía, no atendió a razones. Y así, entre castaños y robles, se perdió en nuevas aventuras, mientras Sancho, resignado, le seguía con paciencia de escudero y hambre de buen yantar.
MÍO CID
En tierras de la Sierra de San Vicente, alzadas en bravura,
cabalgaba el buen Cid Campeador con su mesnada segura.
Por sendas de peñas recias, donde el viento ruge y azota,
marchaba firme Rodrigo, que en batalla nunca se agota.
Por la falda de la sierra, bajo cielo soberano,
hallaron la Fuente de "Los Caños", de agua clara y temprano.
Dijo un escudero sabio, de barba larga y canosa:
—"Por estas tierras, mi Cid, la leyenda es poderosa.
Allí reposa la Piedra de "Los Cantos Gordos", altiva,
como guardián de los tiempos, que en su cima se aviva.
En la Ermita de San Nicasio, donde el romero reza,
los fieles piden amparo en su callada belleza."
Rodrigo escuchaba atento, su faz en grave pensar,
que en cada paso y camino hay honra que conquistar.
Cruzaron los Molinos de agua de "La Tejea", rugientes en el valle,
y la fuerza del agua alzaba su eterno detalle.
En el alto del camino, donde el monte se acrecienta,
alzaron su vista al Cerro de la Cabeza del Oso, que apacienta.
Y un caballero habló, con la espada en la diestra:
—"Aquí luchó Viriato, en defensa tan maestra.
De su sangre de guerrero quedó honra por doquier,
como vos, mi señor, que no sabe retroceder."
En la Iglesia de Santa Catalina doblaban las campanas,
por el Cid, que en cada tierra deja huellas tempranas.
En el Mirador de la Sierra, donde la vista se ensancha,
juró el Campeador su fe, que ni el miedo la mancha.
Somos Realeños, clamaron los que allí moraban,
entre castañas, vino y aceite, su lealtad le juraban.
Y en el pueblo, en día de fiesta, en noble celebración,
danzaban las mozas y dueñas en el baile de "Tejetecordón".
Así pasó por la sierra el Cid, fuerte y valeroso,
llevando su honra limpia, su nombre siempre glorioso.
El Cid Cabalga...
No hay comentarios:
Publicar un comentario