Yacimiento arqueológico "La Alcazaba" y "Torre Albarrana" - Talavera de la Reina (Toledo)

viernes, 28 de noviembre de 2014

Provincia de Toledo (El abuelo "toledano")


                                                        EL ABUELO TOLEDANO


1-      Amanecer en el pueblo

Amanece, la luz se extiende pausadamente en el horizonte, en singular batalla contra la penumbra que se retira cansada a su lecho.

Los “cantos” de los cerros, las zonas arbóreas e incluso el cielo mismo, van formando un tímido relieve, salpicado por una fugaz neblina.



Destacaba en el centro del pueblo la Torre de la antigua Iglesia, alta, carcomida y majestuosa. Junto a ella, revoloteaban los pájaros con un ceremonioso estruendo.

En aquellos muros sin historia, sin apenas hechos de interés, se forjó a través de los años un cúmulo de miseria, humildad, fe y tristezas

La luz intenta esconderse entre las grietas haciendo un ademán de fortaleza, mientras el reloj hacía sonar las campanadas sin prisa, con un corto tintineo que quedó cuajado y desperdigado en el aire.


Pronto, llegó un doblar de campanas que helaba la sangre, y hacía de por sí más triste la acuarela del valle, las campanas tocaban ¡A muerto!...
El Valle quedaba sumergido en un abismo, en cuyo cénit brotaba la flor del culto. Los castaños abandonaron su letargo para jugar con la luz y el viento, moviendo sus vetustas ramas. Todo empezaba a transformarse…


 2-      Un alma despierta

Para el abuelo nada se transforma, todo sigue el mismo curso, puesto que hace tiempo su vida iba contra reloj.

Su cara surcada de arrugas enamoradas del sol ardiente, su pelo blanquecino y lacio que iba desapareciendo poco a poco, y su pequeño cuerpo tembloroso, denotaban la misma fría imagen de una vejez que no le avisó.

Su casa, hacía tantos años que no se cuidaba…. ¿Quién se acordaría del abuelo…?. Había pasado a ser otro mueble inservible entre los pocos de la casa.


Apiñada en un rincón, entre unos cestos polvorientos, esperaba su vara de cerezo, su amiga, su consejera, la que está siempre junto a él….la más fiel.

Miró al cielo una vez más, y aunque no vio las últimas estrellas que ya desparecían, su mirada se perdió en el infinito de su ceguera.

Después de esto, salió de su refugio caminando corta y pausadamente, con gran esfuerzo, recorriendo (su calvario) una vez más, por las húmedas callejas que han sido testigos de su vida.

Un delicioso olor a pan, que jugaba entre las esquinas de las viejas casas, cuajó en la dormida mente del abuelo.

Eran recuerdos que llenaban de imágenes teñidas en blanco y negro el ambiente que respiraba, como si el tiempo jugara a ser joven en un cuerpo al que no le quedaba más por sufrir.

3-      Recuerdos

Recordó el abuelo aquellos días, cuando de joven bailaba en la plaza del pueblo, con aquella joven moreno de cabellos largos. Aquellos mozos que el tiempo borró sus cuerpos en la tierra y que dejó un vacío sin su presencia. Aquella guerra que a tantos confundió. Aquellos huérfanos de la tierra. Aquel odio que pronto transformó todo en pobreza.

Más pobreza…

El abuelo no puede evitar que sus ojos se humedezcan, pensando en los que le dejaron, los que marchando hacia el crepúsculo eterno, sin decir adiós.

Al abrir la portezuela del huerto, recuerda que en ese pedazo de tierra ha dejado setenta años de su vida, y el único fruto que maduró se llamaba…miseria...


El arroyuelo jugaba salpicando las orillas, cargadas de flores silvestres, que se reclinaban en al peso del agua. Tan solo la sombra de su figura se divisaba en el ya abandonado campo.

Campos mutilados por los hijos de la indiferencia, que paseaban sus garras por parajes y caminos, por valles, montes y llanuras…sumiéndolo todo en un ocaso.

Recordó el abuelo a su mujer, la más trabajadora y religiosa de la región. ¿De qué le sirvió…?.

A sus hijos los sacó del pueblo de chicos, y los mandó a un colegio de curas en no sé qué región. Tuvo que vender el pajar, el olivar y unas cuantas cepas.

Muchos años después, murieron todos y al quedarse solo y al paso del tiempo, quisieron enviarle a una residencia…..pero juró con la escopeta entre sus manos, que no iría solo. 

4-      Su historia

Las campanas redoblaron otra vez…

¡A muerto!...

Con pulcritud, quedó la atmósfera inundada con aquel sonido seco y ácido, que daba la impresión de ensordecer.

Turbado, quedó momentáneamente inerte, flotando en un mundo irreal que pronto dejaría de existir.

Volvió a empezar su caminar paupérrimo, y cuando se acercó a la bodega de la plaza, tropezó con el médico, que reprochó que bebiera…

-          ¡No ves que te estás matando!

-          ¡Qué demonios, yo soy fuerte! – le respondió sobresaltado, y sin hacerse esperar entró.

La mirada del médico y su pensamiento coincidieron:

-          Abuelo, con cuanto gusto te devolvería la juventud…

Al llegar el mediodía se reunió con tres de sus coetáneos y empezaron una partidita de dominó. Salpicada de palabras malsonantes, entre cierre y cierre, va llegando la hora de comer…

-          ¡Haber cerrado a pitos, “Negriles”….!


Al volver a casa, las patatas hervían en el puchero de barro que parecía bailar en el rescoldo de la lumbre. Era la única que desprendía un poco de alegría en la ruinosa casa.

Su lenta mirada fue a posarse en un viejo cuadro, torcido como todo  lo demás. Representaba a un hombre y a una mujer con trajes típicos del lugar. Ellos levantaron, con apenas recursos, aquella casa y a los cinco hijos que fueron muriendo en intervalos simétricos, faltando ya sólo él. Puñados y puñados de esfuerzos, tiempos, esperanzas y desgracias, truncados por el destino.

-          ¡Dios mío, no tardes mucho! – balbuceó para sus adentros.

El destino es imparable, y el abuelo bien o sabe. Fluye del exterior hacia dentro de los cuerpos. No mira edades ni posiciones, y siempre….tiene víctimas.

Sentado a la puerta de su casa, en una silla destartalada de mimbre, pasea su vista por la empedrada calle y distingue (con esfuerzo), dos figuras que apresurándose se dirigen al “Rosario” de la tarde, con sendos trajes negros.

Al pasar les hace un gesto, y luego sigue con su resignación por el peso de su pasado, el martirio del presente y la esperanza en el futuro que no tendrá, pero que le ahorrará más penalidades. En el futuro está su esperanza, un futuro incierto e imperfecto para todos.

¡Quién diría que con diecisiete años apenas sabía escribir su nombre!. Todavía recuerda cuando siendo niño, preguntó a su padre que cuándo iría a la escuela.

-          ¡La escuela es de señoritos!...¡

-          ¡Nosotros somos hijos de la tierra! – Le dijo con tono serio.

La vida del abuelo fue una historia sin historia. Una pasado que es presente.

5-      La noche

La noche apretaba en el mes de otoño. La tenue claridad se retiraba lentamente. En el cielo volvían a aparecer los puntitos débiles de luz brillante, esa luz inalterable que nunca se extingue. La gente del pueblo ya estaba acostumbrada, pero cuántos querrían tener esa paz y quietud. Hay tantos que no lo pueden ver…


Para el abuelo, su mundo acaba a las ocho. Con la oscuridad también muere su pequeña y triste historia del día.

A lo lejos, se oye el murmullo de un grupo de mujeres que miran incesantemente en todas direcciones, pendientes de quien pasa o no. Y por encimas de las casas las chimeneas, sueltan un humo lento que se va perdiendo en el cielo, en la nada…

La luna aparece de prisa, iluminando los tejados. Parece querer huir del enjambre, y entre las nubes dibuja románticos destellos, mientras el pueblo va quedando en silencio, interrumpido por el monótono sonido de los grillos…

De vez en cuando, una atrevida estrella fugaz cruza el firmamento, saluda a la “Osa Mayor” y cae majestuosamente, deshaciéndose en la nada.

En el cementerio, el mármol juega con las sombras, y las ramas de los árboles (envidiosas), coquetean con el viento.

6-      Epílogo

A la mañana siguiente, el abuelo yacía en su diván, rodeado completamente de soledad y oscuridad. Un corrillo de gente se agolpa en la puerta, mientras el cura, sin prisa, saluda y entra en la casa para oficiar el último sacramento.

A lo lejos, cientos de pájaros vuelan haciendo círculos. Cantan sin parar, y sus gritos se mezclan melancólicamente junto al “tañer” de las campanas, que tocan felizmente para el abuelo….

                                       ¡A muerto….!




CONCURSO LITERARIO
EL REAL DE SAN VICENTE (TOLEDO)
(VERANO DE 1997)

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